Parlamentarias 2020: ¿quién ganó?

Por Héctor Briceño.


La escasa afluencia de participantes registrada durante las elecciones parlamentarias en Venezuela no evitó que Nicolás Maduro celebrara la madrugada del 07 de diciembre, a través de una alocución realizada junto a los principales líderes del chavismo[1] por videoconferencia, “la gran victoria de la democracia y de la constitución” tras el anuncio del Consejo Nacional Electoral que le otorgó el 67,6% de los votos al chavismo. El resultado, según Nicolás Maduro, se obtuvo gracias a la “unión perfecta del Polo Patriótico”, la alianza electoral liderada por el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), le permite conquistar una “nueva Asamblea Nacional” para Venezuela.

 

Las palabras iniciales del presidente Nicolás Maduro apuntan sin rodeos los 3 objetivos principales que a lo inmediato se plantea el chavismo: 1. reafirmar la legitimidad política y constitucional del nuevo parlamento, 2. la supremacía política del chavismo y, 3. Recordar (especialmente a sus aliados) la importancia de la unidad chavista.

 

Pero, más allá de los deseos del chavismo ¿cómo se pueden interpretar realmente los resultados? En primer lugar y como era de esperarse dado el boicot opositor, la participación electoral registró un importante descenso respecto a las parlamentarias 2015, al pasar de 71% a 31%. No obstante, resulta muy llamativo que la participación sea también mucho menor a la de las Presidenciales de 2018, cuando acudieron bajo condiciones políticas y electorales similares un 46% de los electores. El escaso poder de convocatoria y movilización visto el 6D pone de manifiesto las debilidades de los mecanismos de control político y social desarrollados por el gobierno, y en los que tanto tiempo, dinero y tecnología han invertido. Pero también resalta la importancia del compromiso político como variable más importante para explicar la movilización/participación política en Venezuela.

 

La presión del PSUV se hizo sentir en todo el territorio nacional. Los “Puntos Rojos” (mecanismos encargados del control político clientelar del partido) fueron registrados en las cercanías del 74,5% de los centros electorales según la web Venezuela Documenta, una iniciativa organizada por grupos de defensores de derechos humanos en Venezuela[2].

 

Durante la jornada también se recogieron denuncias de compra de votos, distribución de comida y evidente uso de los recursos públicos[3]. “El que no vota no come” habría amenazado Diosdado Cabello[4]días atrás. Aún así, más de 14 millones de electores decidieron no votar el 06 de diciembre.

 

En resumen, aún con todo su poder el PSUV pierde más de 2,5 millones de votos entre 2018 y 2020, comparación que no debe dejar de lado que se trata de dos procesos electorales distintos.

 

La oferta política opositora, por su parte, registra también un claro retroceso. La Alianza Democrática (integrada por los partidos Acción Democrática, Copei, El Cambio y Avanzada Progresista) suman el 18% de los votos, mientras que la Alianza Venezuela Unida (compuesta por Primero Venezuela, Voluntad Popular intervenido por el TSJ y Venezuela Unida) registró el 4,19%.

 

Finalmente, el disidente Partido Comunista de Venezuela obtuvo un 2,7%, mientras que otras varias organizaciones suman 6,8%.

 

Estos resultados, sumado al desproporcional sistema electoral diseñado por el gobierno otorgan al PSUV más de las dos terceras partes de los 277 escaños, garantizándoles así el control absoluto del parlamento hasta el 2025.

 

Aún así, el gobierno parece determinado a legitimar, no solo su mandato, sino también el de la oposición leal emergente. Por ello no ha de extrañarnos que, especialmente a partir del 05 de enero de 2021, le otorgue algunos puestos de dirección en el parlamento, tan sonoros como inútiles, a los líderes más relevantes de la “nueva oposición”. El objetivo del gobierno es deslegitimar a la oposición liderada por Guaidó y los partidos del G4[5], y elevar el perfil de la oposición leal que acaba de nacer.

 

En este sentido, todo apunta a que progresivamente durante las próximas semanas, y especial a partir del 05 de enero de 2021, la lucha opositora por la democracia corre el riesgo de ser suplantada por la lucha por la legitimidad opositora entre la fragmentada oposición. Con ello, el gobierno de Maduro se anotaría quizás su victoria más importante: de ahora en adelante el principal enemigo de la oposición tradicional no es el gobierno, sino la “oposición leal en el parlamento”.




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