Manual del gorilismo del siglo XX y XXI (o cómo perder el poder)

“Estabilidad política” es para la ciencia política un concepto difícil. Una de sus acepciones la define como la coherencia o sincronía entre la cultura de la sociedad y la institucionalidad del Estado.
Cuando una sociedad tiene valores que privilegian la participación, la discusión y el diálogo para la toma de decisiones y solucionar sus problemas, se habla de una cultura democrática. Esta se corresponde con un Estado y un gobierno democrático, en los que se privilegian esas prácticas, en la definición e implementación de políticas públicas (ya sean políticas económicas, sociales, etc.).
Sin embargo, la característica principal de la sociedad moderna es precisamente su tendencia al cambio de las preferencias valorativas. Las modas cambian: lo que hoy es deseable, mañana puede no serlo.
Héctor TextoEn ese sentido, la gran virtud de la democracia es su capacidad de adaptabilidad a los cambios. La institucionalidad democrática está a la expectativa de las opiniones de sus ciudadanos para dar forma a sus políticas públicas. Por tanto, la democracia opera a través de períodos sincrónicos y anacrónicos, aunque la institucionalidad se ve desbordada durante largos períodos de tiempo, puede verse en problemas.
El autoritarismo, al contrario, busca mantener la coherencia o la sincronía entre Estado y sociedad permanentemente. Es por eso que se ven obligados a controlar las fuentes del cambio: el progreso y la modernización sólo puede ser llevado a cabo por el Estado, dentro de su gran plan de desarrollo nacional, en el que los ciudadanos son sólo piezas de su proyecto y no los agentes fundamentales de ese progreso.
Toda fuente de cambio ajena al “gran plan maestro” es para el autoritarismo un potencial terrorista. Ya se trate de una foto de un supermercado, un panfleto o una madre junto a su hijo quejándose en una cola, todo lo que produzca o manifieste un sistema de valores distinto al concebido por el Estado, es considerado terrorismo.
La experiencia histórica muestra, sin embargo, que cuando los procesos de cambio social comienzan es poco lo que los gobiernos autoritarios pueden hacer para detenerlos. Aún más, las tácticas por ellos desarrolladas suelen ser los principales potenciadores del cambio social y político, pues ayudan a aislar a las élites autoritarias de la realidad que experimenta el país, como barrotes de una jaula construida para y por ellos mismos, creando un mercado negro o paralelo de valores y relaciones sociales, imperceptible e inentendible para las élites autoritarias, pero que termina, muy temprano, rigiendo las relaciones sociales y políticas.
Por esto, la única regla del manual del gorilismo es la siguiente: “intente impedir el cambio a toda costa”. Reprima manifestaciones tan violentamente como pueda, excluya la disidencia y acalle a las voces críticas, promueva la autocensura, cercene la libertad de expresión para que ninguna opinión distinta a la suya sea escuchada, encarcele empresarios exitosos que contribuyen al desarrollo del país y que muestran la posibilidad de hacer las cosas de forma distinta. Así, pronto verá que la sociedad es un reflejo suyo, hecho a imagen y semejanza.
Eso sí, no se sorprenda si luego no puede salir de su jaula, y si al cambiar la sociedad queda usted permanentemente enjaulado y marginado en un zoológico.

Publicado en Polítika UCAB.

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