Bakuningrado

(Este artículo fue publicado en noviembre 2017)

Dentro de lo más profundo de su ser, el revolucionario ha roto -y no sólo de palabra, sino con sus actos- toda relación con el orden social, con el mundo intelectual y todas sus leyes, reglas morales, costumbres y convenciones. Es un enemigo implacable de este mundo, y si continúa viviendo en él, es sólo para destruirlo más eficazmente.
(…) La meta es una sola: la más rápida y segura destrucción de este asqueroso sistema.
El revolucionario desprecia la opinión pública. Desprecia y odia la moralidad social actual en todos sus aspectos. Para él sólo es moral lo que contribuye al triunfo de la revolución”.
M. Bakunin y S. Necháyev (1868) Catecismo de un Revolucionario.
La organización enfrenta una tarea enorme: no sólo preparar el triunfo de la revolución popular a través de la propaganda y la unificación del poder popular; no sólo destruir totalmente, con el poder de la revolución, todo el orden económico, político y social; sino además, hacer imposible, después de la victoria popular, la institucionalización de cualquier poder estatal sobre el pueblo - incluso el más revolucionario, incluso su propio poder”.
M. Bakunin (1870) Carta a Necháyev.

Bakunin camina por las calles de Caracas, bajo las sombras y la calina, susurrando al oído de los venezolanos. Lo acompaña Necháyev. Ambos pregonan su victoria sobre Marx, mientras sonríen al ver las ruinas. Y es que si una ideología domina Venezuela, es el anarquismo.
El Estado se desmorona y nada lo detiene. El concepto de anomia suena a poesía frente a los linchamientos, los colectivos, los saqueos y los bachaqueros. Frente al Tribunal Supremo de Justicia y sus sentencias.
Mientras tanto, lo único que parece avanzar deprisa, sin pausa y sin nada que la detenga, es la crisis. Ya no vale la separación analítica en crisis económica, social y política. Atadas se reproducen mutuamente en una suerte de crisis total. Crisis que el Gobierno se negó a reconocer, prisionero de su miope y obsoleta ideología.
En su deseo insaciable de poder, el Gobierno todo lo destruye. Incluso, aunque sin saberlo, también su propio poder. El Estado ya no existe, salvo para perseguir a los opositores y a los hambrientos.
El último hilo social, se desata. Las normas sociales, como inútiles mapas de navegación para un náufrago sin brújula en una noche nublada, desaparecen. La incertidumbre y la zozobra reinan en un país en el que hay que pensar dos veces si es prudente dar los buenos días en la mañana o si es preferible pasar inadvertido. Narrar lo que sucede en un semáforo de Caracas equivale a escribir una obra de fenomenología.
Venezuela, tal y como la conocimos, desapareció. Mientras tanto, la inocencia anarquista que espera el renacimiento del mítico ave a partir de las cenizas junto a la incapacidad gubernamental (incapaz incluso de destruir bien) son las guías del exitoso fracaso que se conoce con el nombre de chavismo.
También lo es la mentira. Al igual que los anarquistas del siglo XIX confundieron en más de una ocasión a los organismos de seguridad con sus fantasías conspirativas acerca de una gran revolución anarquista mundial (mentira que el mismo Bakunin se creyó), así escuchamos hoy las fábulas y alucinaciones, que como plegarias recita el chavismo hasta autoegañarse. Autoengaño, condición necesaria para el engaño ajeno.
El Plan de la Patria 2013 – 2019”, supuesto mapa de navegación del Gobierno, propone como uno de sus cinco objetivos históricos Preservar la vida en el planeta y salvar a la especia humana. Pero las estadísticas de homicidios en Venezuela dicen que el barco va en sentido contrario, y que la suprema felicidad” se parece demasiado a la desesperanza.
Pero el amor por la destrucción, la incapacidad para construir algo y su compulsiva y patológica disposición a mentir, son sólo manifestaciones de su desprecio por la sociedad, sus normas y valores.
El general que eructa en televisión, el ministro que interviene fincas con pistola en cinto, el presidente que se refiere continuamente con apodos despectivos a sus conciudadanos, el decreto que anula la constitución. El permanente lenguaje soez, vulgar y violento, el desprecio por el conocimiento.
El ministro que promueve la bondad de la pobreza como estilo de vida, mientras se ahoga en dorados lujos. El derroche extravagante en aviones presidenciales y ejércitos de guardaespaldas. El chavismo enaltece cualquier cosa que se oponga a los valores y normas de la sociedad que lleva años destruyendo.
Y ante el vacío dejado, la violencia lo llena todo. En forma de colectivos, de milicias, de delincuencia organizada e incluso (y mucho peor) como forma de interacción ciudadana. La violencia está en el tráfico, en las escuelas, en los hogares, en la línea de “atención al cliente” de empresas públicas y privadas.
Normas y valores sociales son los eslabones de la cadena que mantiene cautiva la sociedad socialista, la tierra prometida. Como toda cadena, sólo puede romperse con violentos golpes de martillo y cincel, bajo un estruendoso sonido cubierto con chispas y destellos de acero. La violencia es consustancial al chavismo y la más firme manifestación de que la revolución avanza. Por ello siempre estará en los discursos, más que como una amenaza, como una súplica, casi de rodillas. Pues desean invertir la alianza cívico-militar en militar-civil o mejor aún militar-colectivo, para poder quitarse las ataduras y expresarse en su verdadero lenguaje.
Por eso a nadie puede extrañarle la toma del parlamento del pasado mes de octubre o el trato dado a los rehenes (presos políticos) que intercambian como lo hacen los pranes de las cárceles.
No quedará piedra sobre piedra. Al final, no quedará nada. Ni siquiera Patria. Entonces estarán satisfechos.
La violencia es el fin de la revolución.
Reconstruir Venezuela, después de salir de la tragedia, pasará principalmente por reconstruir la sociedad, por rescatar las formas tradicionales de relación de sociabilidad. Por reconstruir las normas sociales, especialmente las que guían al Estado y a la sociedad. Así, irónicamente, la labor principal de la democracia que viene será fortalecer el Estado que el débil y autoritario gobierno bolivariano desintegró y liberar las fuerzas sociales que mantiene atadas.



Imagen tomada de: https://www.zeit.de/2014/22/anarchist-michail-bakunin

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