En Venezuela no hay una crisis


En Venezuela no hay una crisis. Hay seis crisis simultáneas que se refuerzan en un círculo vicioso y destructivo que se reproduce a sí mismo.

Este artículo fue publicado por la plataforma
Diálogo Político en agosto 2019

Hay una profunda crisis social y humanitaria que ha sumergido al 94% de los venezolanos en la pobreza[1], dejando a las poblaciones más vulnerables totalmente desamparadas. Todos los días aumenta el número de niños en las calles, mientras los adultos mayores colapsan buscando las medicinas para la tensión. La escasez casi absoluta de psicofármacos para tratamiento de trastornos emocionales y de medicamentos para enfermedades crónicas como el cáncer y el VIH-SIDA, junto al aumento del desempleo han empujado a miles de venezolanos al borde de la desesperación, convirtiéndose en los principales factores detrás de crecimiento del 400% en el número de suicidios[2]. Por su parte, la violencia continúa su tendencia ascendente liderara por los “grupos de la muerte” de los organismos de seguridad del estado que disparan primero y después vuelven a disparar.

Hay también una profunda crisis migratoria que ha llevado a 4 millones de venezolanos a huir del país. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) solo en los meses de marzo, abril y mayo de 2019 cerca de 500 mil venezolanos han migrado, en lo que es catalogado como el “éxodo más grande en la historia reciente de América Latina”[3]. Si no se producen cambios significativos en país pronto, esto podría ser solo el comienzo. De acuerdo con el estudio Latinobarómetro[4], durante el 2018 mas de 15 millones de venezolanos estaban considerando mudarse a otro país[5].

La crisis migratoria también se conjuga con el crimen para abusar de quienes desesperados huyen en busca de oportunidades. Así, la trata de personas, trabajo forzoso, servidumbre y prostitución ha aumentado en 300% en los últimos cuatro años[6], de la mano de las migraciones forzosas.

La crisis migratoria también genera una fuga de talentos. Según un estudio hoy es mas fácil[7] conseguir un venezolano con estudios de tercero o cuarto nivel en cualquier parte del mundo que en Venezuela[8]. La migración de personas altamente calificadas afecta todos los sectores de la sociedad y la economía. Sin embargo, en ninguno es mas notorio que en la industria petrolera. La crisis petrolera sobrepasa claramente las capacidades técnicas disponibles. La estatal venezolana PDVSA, responsable de más del 90% de las exportaciones del país produce hoy según datos de la OPEC[9], un cuarto de lo que producía el año 2000, en lo que representa “el peor desplome [de producción] de las últimas tres décadas”[10].

La crisis petrolera agudiza aún más la crisis económica de un país que, sumergido en hiperinflación y escasez, ha perdido en los últimos 5 años (entre 2013 y 2018) más de la mitad de la riqueza tras la caída del 52% del Producto Interno Bruto[11].

Por último, pero no por ello menos importante, Venezuela atraviesa una profunda crisis política: la ruptura de los consensos mínimos que anteceden el mismo juego político, una crisis preconstitucional, del espíritu de las leyes o de lo que el politólogo Robert Dahl denominó la sombra de la teoría política: los supuestos y axiomas fundamentales que no han sido explícitamente formulados pero que aún así, en su versión abstracta e indeterminada, son compartidos por todos los actores.

Por ello dos personas pueden leer palabra por palabra, punto por punto, un mismo artículo del contrato político elemental (la Constitución), para llegar a conclusiones diametralmente distintas e incluso contrapuestas. Un fenómeno que solo es posible gracias a que ni las palabras ni los hechos significan lo mismo para los venezolanos.

La crisis política venezolana puede definirse como la ausencia total de instituciones, en su amplio sentido sociológico (normas y valores compartidos), que permiten tomar decisiones que gocen de validez y legitimidad en toda la comunidad sobre las que ellas rigen o gobiernan.


Ahora bien, si como se ha descrito la crisis venezolana responde a un complejo e interdependiente círculo vicioso, se desprende que cualquier solución parcial es por definición insuficiente para resolver la crisis[12], pero también que algunas soluciones parciales pueden, resolviendo uno de los eslabones de la crisis, incidir negativamente en los demás. Así, por ejemplo, mientras una intervención militar extranjera podría generar un cambio de gobierno, produciría también una profundización de la crisis migratoria y de la fuga de talentos, por no mencionar las consecuencias sobre la crisis humanitaria.

La crisis venezolana requiere una solución integral solo posible de alcanzar a partir de “un diálogo nacional inclusivo [que permita construir un] modelo de desarrollo político, económico y social sostenible”[13]Kurtenbach (2019: 9). Sin embargo, esa solución integral o modelo de desarrollo solo puede alcanzarse a largo plazo. Por consiguiente, la pregunta central es entonces ¿por dónde comenzar en el corto plazo?

Para evitar que cualquier diálogo se estrelle nuevamente contra incomprendidas expectativas maximalistas de los actores de gobierno y oposición, es necesario reconstruir acuerdos políticos mínimos. Reconstruir el espíritu, no solo de las leyes, sino incluso de la Nación. Cualquier proceso de negociaciones debe por tanto iniciar por la reconstrucción de un lenguaje común, sobre el significado de las palabras, de los compromisos y especialmente, de lo que está en juego.





[4] Corporación Latinobarómetro, Informe 2018, en: http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
[7] Probable estadísticamente.
[12] Kurtenbach, Sabine (2019) Venezuela – Wahlen allein reichen nicht (Venezuela – Elecciones solas no son suficientes) https://www.giga-hamburg.de/de/publikation/venezuela-wahlen-allein-reichen-nicht
[13] Kurtenbach, Sabine (2019: 9): “Notwendig ist zweitens ein inklusiver nationaler Dialog über ein zukunftsfähiges politisches, wirtschaftliches und soziales Entwicklungsmodell”.

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