Valores democráticos en contextos no democráticos

 

Por: Héctor Briceño


"Los regímenes autoritarios solo pueden derrotarse a través de la fuerza”; “dictadura no sale con votos”, expresiones comunes que encontramos entre quienes enfrentan regímenes autoritarios, en especial cuando estos han pasado suficiente tiempo en el poder como para que las fuerzas democráticas, tras probar distintas alternativas en un intento por forzar una transición hacia la democracia, se quedan sin opciones.

 

En estos contextos inevitablemente surge la pregunta: ¿son los valores democráticos un obstáculo en la lucha por la democratización, o al contrario, representan una ventaja? Pregunta cuya respuesta tiene consecuencias trascendentales que podrían transformar la estrategia, la organización, los mecanismos de protesta, las demandas, los sueños, las esperanzas e incluso los ideales. Por todo ello, responder esa pregunta demanda un examen detallado.

 

El análisis de las transiciones democráticas suele partir de la definición de la naturaleza del régimen. La ciencia política, en ese sentido, ha avanzado durante los últimos 25 o quizás 30 años hacia la superación de lo que parecía ser un obstáculo que impedía comprender cabalmente la diversidad de mecanismos utilizados por los regímenes no democráticos para mantener y consolidar su poder: la equivalencia de los diversos regímenes no democráticos. Hoy, sin embargo, se reconoce que estos regímenes pueden diferir “entre sí tanto como difieren de la democracia. Que sus líderes emergen de grupos distintos y a través de medios distintos, se apoyan en diferentes sectores de la sociedad, tienen diferentes procedimientos para tomar decisiones, que distintos grupos de interés influyen en sus políticas y que tratan a los ciudadanos comunes y a la oposición de diferente manera. Más importante aún, todas estas diferencias producen distintos tipos de quiebres autoritarios de formas sistemáticamente distintas” (Geddes, 2004).

 

El reconocimiento de la diversidad de tipos de regímenes no democráticos ha dado paso a una extensa proliferación de esfuerzos de sistematización de los diferentes mecanismos de legitimación y formas de ejercicio del poder utilizados por estos regímenes, en un intento por comprender sus fortalezas y debilidades (Diamond, 2002; Geddes et. all, 2018; Keane, 2020; Levitsky and Way, 2010; Schedler, 2006).

 

Entre los diversos hallazgos que esta nueva literatura ha presentado subyace tanto la confirmación de la importancia de la precisión en la caracterización de la naturaleza de los regímenes, como la habilidad de estos para responder a las diversas fuerzas prodemocráticas. Así, por ejemplo, los regímenes militares han demostrado ser más débiles frente a las protestas populares, en especial cuando estas son pacíficas, mientras que los regímenes con espacios de participación controlada (autoritarismos electorales) lo son frente a las elecciones. Algunos regímenes experimentan un derrumbe endógeno, consecuencia de rupturas de las alianzas internas, en otros, exógeno, producto de presiones económicas y políticas internacionales.

 

La literatura también identifica, a veces implícita y en otras explícitamente, la consolidación de un nuevo ciclo de modernización autoritaria (Brooker, 2000), producto del desarrollo de una diversidad de mecanismos antes exclusivos de las democracias, adaptándolos hasta vaciarlos de su esencia y, sobre todo, evitar sus consecuencias. Así, los nuevos regímenes no democráticos realizan elecciones no competitivas, esto es, elecciones en las que los ciudadanos no tienen oportunidades reales de elegir libremente entre candidatos y proyectos en igualdad de oportunidades. Los nuevos regímenes no democráticos también permiten, y en algunos casos incluso promocionan la participación ciudadana en espacios sociales y comunitarios, sin embargo, lo hacen a través de espacios controlados que impiden el desarrollo de organizaciones ciudadanas autónomas democráticas.

 

Es precisamente en estos contextos, donde los procedimientos democráticos han sido transformados en herramientas para la manipulación política y estabilización de gobiernos no democráticos, cuando la pregunta sobre el rol de los valores democráticos cobra mayor importancia.

 

Si el liderazgo autoritario es impermeable a las demandas ciudadanas, al sufrimiento del pueblo e incluso al contexto internacional, expresar los deseos de cambio a través de formatos democráticos es sólo una perdida de tiempo que facilita la supervivencia del régimen. 'Dictadura no sale con votos'. Al contrario, lo atornilla.


Según esta lectura, los medios democráticos caracterizados por su indeterminación e indecisión, su constante vacilación y corrección de rumbo, alternancia e incluso competencia por el liderazgo opositor prodemocracia, así como división interna entre radicales, moderados y quienes abiertamente reconocen al régimen y pretenden cambiarlo desde adentro, admite una doble lectura sobre quienes son responsables o víctimas del avance autocrático. Participar en cualquier espacio es colaborar.

 

Una segunda perspectiva, sin embargo, enfatiza lo contrario: que el antagonismo gobierno no democrático vs. fuerzas prodemocracia se maximiza en los valores políticos, por lo que las fortalezas demócratas son las debilidades del los antidemócratas y viceversa. Así, mientras la principal fortaleza de un régimen no democrático está en la polarización y división de la sociedad, la principal fortaleza de las fuerzas democráticas es su orientación a la construcción de consensos inclusivos. Mientras el primero se caracteriza por la imposición de un relato único hegemónico, el segundo por la diversidad de relatos e interpretaciones de la realidad que conviven (y compiten) en su interior. Mientras el primero se caracteriza por el uso del control, la represión y la violencia para imponer su modelo, la fortaleza del segundo es su capacidad para convencer a través del debate libre y abierto a nuevas audiencias, articular sus demandas y construir proyectos que representen la diversidad política social que hacen vida en cualquier sociedad moderna actual.

 

Desde esta perspectiva, los valores democráticas, lejos de ser un obstáculo representan el combustible imperecedero y autorrenovable que alimenta la lucha democrática. Su principal virtud es que ellos, a diferencia de los mecanismos y procedimientos democráticos como por ejemplo las elecciones, no pueden ser corrompidos o tergiversados. Abandonarlos significa renunciar a las propias fortalezas para disputar el futuro de la democracia en “la zona de confort, dominio y fortaleza” de esos regímenes, lo que implica una forma de capitulación y reconocimiento de la victoria de los valores y principios no democráticos, que son independientes del desenlace de la lucha política.

 

La esperanza de construir un futuro mejor es el combustible que alimenta la lucha contra un régimen represivo. Pero la esperanza se sostiene a su vez sobre las convicciones y valores, convirtiéndolos tanto en escudos contra los enemigos de la democracia como en las mejores herramientas de lucha.

 

No, los valores democráticos no son un obstáculo. Al contrario, representan la mayor fortaleza de quienes luchan por la democracia. Esa es la principal razón por la cual los autócratas invierten tantos recursos en debilitar la cultura política democrática. Porque frente a ella, se siente extremadamente débiles.

 

Vivimos tiempos difíciles y extraordinarios, que demandan respuestas extraordinariamente democráticas, ancladas en los mas profundos valores democráticos: libertad, igualdad, justicia, solidaridad.



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Una versión reducida de este texto fue publicad el 18.09.20 en el Diario El Universo. 


Comentarios

  1. Oportunísima reflexión que mucho aporta a la reflexión y alienta la articulación de iniciativas de los demócratas venezolanos.

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    1. Muchas gracias profesora, por su comentario. Nos alegra mucho que lo considere una contribución oportuna, pues ese es precisamente el nuestro propósito.

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