Independientes, no alineados y demás alternativas...

Por: Héctor Briceño.


Desde hace unos días está circulando un gráfico de la consultora Datanálisis según el cual el cual la intención de voto, en unas hipotéticas elecciones presidenciales, se distribuyen de la siguiente manera: Guaidó se ubica en 11,4%, Maduro en 12%, un candidato Independiente 45,8% y No sabe/No contesta 30,8%.


Quiero compartir varios comentarios al respecto. Comenzando por algunas consideraciones generales sobre el tratamiento de datos de opinión pública, para luego profundizar en los resultados propiamente.


En primer lugar, a partir de la poca información metodológica que ofrece la lámina solo sabemos que la muestra es de 500 y que se realizó en febrero de 2021. Desconocemos, sin embargo, todos los demás elementos del diseño de investigación: diseño de campo, tipo de muestreo, margen de error, nivel de confianza.


Por cierto, ninguna de esta información tiene por qué estar presente en todas y cada una de las láminas, sino al inicio de la presentación a la que pertenece dicha lámina.


Sin embargo, quien quiera analizar los resultados debe tener presente todos estos elementos al momento de sacar conclusiones.


Para tener una referencia, una encuesta de 1200 entrevistados con un muestreo estratificado polietápico, realizada en directamente hogares, suele tener un nivel de confianza de ente 90% y 95% y un margen de error de entre +-3,5% y +-2,5%


En segundo lugar, cuando de opinión pública se trata como regla básica, deben buscarse en los datos tendencias generales. Eso significa que los resultados arrojados por cualquier pregunta se comprenden mejor al ser ponderada con otras preguntas, ya sea de la misma encuesta, o con pares de encuestas pasadas. Típicamente, lo ideal es tener varias mediciones de la misma pregunta a lo largo de un período de tiempo, recogidos con diseños metodológicos compatibles.


Luego de estas advertencias metodológicas, vale la pena revisar los resultados de la lámina de la encuesta de Datanálisis. El número de indecisos que afirman no saber o simplemente no contestan, se ubica en torno al 30%. Una cifra relativamente ‘normal’, especialmente en ausencia de elecciones presidenciales reales en el horizonte, más aún si recordamos que es ésta la categoría tradicional en la que se alojan la mayoría de los abstencionistas. Tómese en cuenta que la abstención para las últimas 3 elecciones presidenciales competitivas (2006, 2012 y 2013) se ubica entre 25,3% y 19,4% (cifras que incluye los problemas en el registro electoral – fallecidos, migraciones, etc.). Valga decir que en comparación con otros países, la abstención en Venezuela es relativamente baja (salvo en las elecciones de los años 1998 y 2000), aunque también es cierto que el aumento de la abstención a partir de los años 80 ha sido un tema de debate continuo sobre el deterioro de la calidad de la democracia (para un análisis exhaustivo ver mi artículo “Participación electoral y cultura política en Venezuela 1958-2007”, en Revista Cuadernos del CENDES, vol. 26, núm. 72, septiembre-diciembre, 2009, pp. 37-65).


Un segundo factor importante de los datos de la lámina, es el apoyo manifestado hacia Maduro (12%) y Guaidó (11,4%), donde se refleja un “empate técnico”, es decir, que con los resultados de la encuesta (dado un margen de error y nivel de confianza desconocidos, pero con seguridad mucho mayores a la brecha de 0,6 puntos que separa a ambos) solo podemos afirmar que ambos tienen un apoyo similar, siendo imposible determinar cual de los dos se encuentra a la cabeza.


También es claro que los votantes autoidentificados como oficialistas, con menos tensiones internas, reconocen mayoritariamente a Maduro (84,2%) como líder, mientras que tan sólo un tercio (32,7%) de los votantes autodefinidos como opositores, reconoce el liderazgo de Guaidó de cara a una hipotética elección presidencial, evidenciando la profundización de la fragmentación dentro del bloque opositor.


Este último dato, representa quizás la información más relevante del gráfico, l evidenciando la pérdida del inmenso capital que llegó a acumular la presidencia interina al inicio de su gestión, tres años atrás, cuando personificó la esperanza de cambio.


El último dato y el que quizás mayor prensa consigue, es el increíble apoyo electoral hacia un mítico candidato “independiente”, que conquista al 45,8% del total de los electores. Desglosado según identidades políticas, el “mítico independiente” concentra la mayoría de los autodefinidos como “Ni-Ni” donde obtiene el 52,4% de la intención de voto, y el 44,9% de los opositores, ganándole incluso a Guaidó en su “propio territorio” por más de 12 puntos.


Más aún, la intención de voto por un candidato independiente representa casi el doble de los apoyos a Maduro y Guaidó en conjunto.


¿Quiere decir esto que la mesa está servida para un nuevo liderazgo? ¿significa que los liderazgos políticos están agotados?


Lo primero es que los datos del gráfico sugieren que las identidades de gobierno y oposición mantienen vigencia. A partir de la lámina, así como de estudios anteriores (ver aquí), podemos inferir que el chavismo en torno al 14% de los electores se define como oficialista, mientras que alrededor del 25% como opositor.


Eso quiere decir que la categoría “Ni-Ni” se ubicaría en torno al 60%. Si se compara con los propios datos de Datanálisis de hace 10 años, significa un incremento cercano a 20 puntos de estas categorías, un fenómeno que en sus picos más altos se extendió durante la primera década del siglo XXI, década de la hegemonía del liderazgo de Chávez, a niveles parecidos. Según los datos de Datanálisis, explicaba Luis Vicente León en una entrevista en la BBC (ver aquí) durante el año 2012 “los no alineados se han movido entre el 30% y 40% en los últimos diez años, aunque obviamente bajan en el clímax de la campaña y suben cuando no la hay” mientras los indecisos oscilaban entre 20% y 30%.


A la luz de los propios datos de la consultora Datanálisis entonces, no pareciese una novedad el hecho de que las categorías de grupos no alineados (Ni-Ni, independientes, entre otras etiquetas utilizadas), puntee entre las preferencias de los venezolanos, aún cuando se incluya la era del abrumador liderazgo de Chávez. No obstante, pareciese que lo que los datos de la lámina de Datanálisis registra a inicios del año 2021 es un nuevo record en esa tendencia.


¿Cómo explicar ese nuevo record? La primera explicación es el desgaste de los liderazgos en su ejercicio político. Tanto Maduro como Guaidó son reconocidos por sus propios sectores como presidentes. Dado el deterioro continuado de las condiciones de vida que experimenta el país, es esperable que los liderazgos se desgasten. Mención especial merece el liderazgo de Juan Guaidó que logró representar a inicios de 2019 la esperanza del cambio deseado por la gran mayoría de los venezolanos, esperanza que estuvo atada la conocida tríada “Cese de usurpación, Gobierno de transición y Elecciones libres”, que se presentó como un inminente desenlace de corto tiempo.


Otro elemento central reflejado en los datos es la fragmentación de los apoyos dentro del bloque opositor, evidencia de la crisis y de la lucha por el poder entre opositores, que contrasta con la unidad que con todos sus defectos dominó la política opositora hasta los años 2016-2017.


Un tercer elemento debe añadirse. La intención de voto en general, y más aún por candidatos independientes, está influenciada por los propios ciclos electorales. Frente a escenarios hipotéticos, los electores se permiten igualmente responder en términos ficticios, dejando volar libremente las emociones y los ideales. Por ello, las categorías no alienadas (independientes, Ni-Ni, etc.) aumentan en ausencia de elecciones y disminuyen frente a procesos electorales competitivos. Son por tanto una crítica a los líderes y partidos existentes, como manifestación de un mundo ideal, al que no solo es legítimo sino necesario aspirar.


Frente a procesos electorales competitivos reales, las no alineadas categorías tienden a disminuir, mientras que paralelamente el apoyo a los líderes de carne y hueso aumenta. Sirvan los datos de intención de voto por partidos (partidos y no líderes) en unas eventuales elecciones el próximo domingo, para ilustrar este punto.


En el gráfico siguiente es posible observar las fluctuaciones de los grupos de indecisos (No sabe/No contesta – azul), los alineados (No votaría por ninguno/Voto blanco/Otros partidos – rojo) y los apoyos a partidos de gobierno y oposición en conjunto, a lo largo del tiempo. Los cambios se explican a partir de los eventos electorales presidenciales, por lo que la franja verde (partidos) aumenta hasta alcanzar el 80% en años electorales competitivos (1998, 2006, 2012-13) y disminuye en ausencia de elecciones.




Fíjese que he utilizado continuamente el adjetivo “competitivas” al referirme a elecciones presidenciales y es que la intención de voto, como la mayoría de los indicadores de opinión pública tienen como marco de referencia un contexto de libertades democráticas. En contextos no democráticos ¿para qué sirven las elecciones, los partidos y los líderes? Una clave para responder estas preguntas podemos encontrarlas en el gráfico. El año 2018, año en el que se realizaron elecciones presidenciales sin la participación de la oposición, la opinión permaneció indiferente respecto a los partidos y líderes. Adicionalmente desde entonces, la pérdida de confianza en las elecciones como mecanismo de cambio se ha profundizado, y con ella, la confianza en partidos y sus líderes. El vínculo principal entre líderes y partidos con la sociedad venezolana es principalmente democrático-electoral (para profundizar este tema ver el siguiente artículo: Héctor Briceño, Sociedad, partidos y elecciones ¿cómo reconstruir la representación política?, en Revista Democratización, 2021 Link aquí).


Los datos de la lámina de Datanálisis están así altamente influenciados el contexto autoritario y la ausencia de elecciones democráticas en el panorama.


Postdata: ¿Está la mesa servida para la aparición de un independiente?

Por último, vale la pena evaluar la eventual importancia de los independientes en un contexto electoral democrático, pues, aunque como hemos visto estos tienden a disminuir en frente a procesos electorales reales, no dejan de manifestar una crítica real a los lideres y partidos existentes.


Lo primero es que hay que señalar es que la categoría independiente forma parte de una tendencia mundial orientada a buscar los sustitutos ideales de los partidos y líderes políticos tradicionales. Por ejemplo, según una encuesta publicada en noviembre de 2020 el 81% de los chilenos está dispuesto a votar por “candidatos independientes o del mundo social (…) mientras solo un 11% por candidatos de los partidos políticos” de cara a la convención institucional que se elegirá el próximo 11 de abril de 2021.


La idea de un candidato independiente recoge el sentimiento antipartidos (un creciente y preocupante mal que padecen las democracias actuales), junto a las esperanzas de transformación de la política moderna, ambos fenómenos plenamente justificados, por lo demás. Sin embargo, al analizar con detalle los datos queda claro que la idea de un independiente es tanto un abstracto vacío (una entelequia), que una posibilidad real, como una manifestación de las propias identidades políticas idealizadas. Esto último quiere decir, que el ideal de independiente manifestado por los opositores es distinto al independiente imaginado por los oficialistas y por los Ni-Nis.


No quiere decir eso que un líder populista no pueda lograr concatenar las aspiraciones (referentes vacíos) en un proyecto, de hecho, en Venezuela Hugo Chávez lo logró en 1998, sino que en un contexto de polarización política extrema es muy difícil, que se logre concretar un liderazgo así. La experiencia de las varias iniciativas que han intentado desempeñar el rol no alineado es, al menos asta el momento, claramente desalentadora. La lista de fracasos incluye a Henry Falcón, Bertucci, así como los intentos del PPT en 2010 y de la Mesa de Diálogo Nacional (“la mesita”). En todos esos casos, con motivo o no, los líderes y partidos no lograron ser percibidos como realmente independientes, sino que al contrario vieron su capital desvanecerse en medio de la polarización, acusados desde ambos extremos.


¿Podría un candidato 'Polar' superar la polarización?

Aún así, quizás exista un liderazgo cuya autoridad pueda superar la polarización y ser percibido como realmente como independiente. No obstante, el segundo problema es cómo puede un outsider, cuya característica principal es no contar con una estructura para la política, superar la institucionalidad autoritaria creada precisamente para contener la emergencia de cualquier alternativa que ponga en peligro la permanencia de la élite chavista en el poder. ¿Significa esto que estamos atrapados en la polarización? No. Pero estos son temas para una próxima reflexión.

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