Populismo y democracia: ¿antagónicos?

 Por Nelly Arenas


La ruta autoritaria que suelen tomar muchos de los movimientos populistas una vez que alcanzan el poder, ha hecho pensar comúnmente que el populismo  y la democracia  nada tienen que ver el uno con la otra.   

No obstante, la aparición cada vez mayor de movimientos y regímenes populistas en el planeta, no por casualidad se conecta con una mayor expansión de las democracias liberales en el mundo.  En el marco de la ola democratizadora de finales del siglo XX, tanto en Europa como en América Latina, emergieron las más relevantes formas de populismo actuales, como ha sostenido Enrique Peruzzotti.  El populismo se ha erigido allí como la  fórmula política más  crítica al ejercicio de la democracia liberal ofreciéndose como una alternativa radical bajo la promesa de una democracia directa.

 El incremento y expansión de los movimientos y regímenes populistas en el mundo ha vuelto de primera importancia la discusión académica alrededor de los vínculos entre el populismo y la democracia. De acuerdo a Pablo Castaño (2018), para algunos autores existe una relación virtuosa entre ambos fenómenos, en tanto que algunos otros la consideran ambigua. Una tercera mirada ve en el populismo un riesgo para la democracia.

 Lo que interesa aquí, sin embargo, es dejar claro que, independientemente de esas maneras de concebir  el vínculo,  el populismo se produce en el seno de la democracia,  y obedece a las tensiones y ambigüedades que coexisten en ella. Algunas de las más importantes reflexiones en este sentido son repasadas en lo que sigue.   

Margaret Canovan sostiene que el populismo es la “sombra” de la democracia. Argumenta  que la democracia como idea es portadora de una visión redentora que promete la salvación por medio de la política. La democracia posee dos caras cuyos principios resultan  antagónicos. Una “pragmática” y la otra “redentora”. La cara pragmática encarna los ideales políticos como la paz, la moderación, la estabilidad. Entraña una manera sosegada de hacer frente a los conflictos a través de  un conjunto de reglas e instituciones pensadas  para limitar el poder, así como también para constituirlo y volverlo efectivo. La cara redentora, por su parte,  tiene en su base la noción del poder popular, esto es, el pueblo como la exclusiva fuente de autoridad legítima cuya salvación es posible en la  medida en que este se hace cargo de su propia existencia. Esta última cara, como sabemos, es la más recurrida por los liderazgos y movimientos de corte populista.   Para graficar la cuestión de las dos caras, Canovan apela a  la imagen de los “gemelos siameses peleados”, pero “ineludiblemente unidos”, por lo cual resulta ilusorio que sea posible tener el  uno sin el otro.  Esta doble faz de la democracia, es fuente intrínseca de tensión constituyendo el incentivo permanente de la movilización populista la cual sigue a la democracia como su sombra. 

En atención a la idea de Canovan y su metáfora de la sombra,  Benjamín Arditi establece también la conexión entre populismo y democracia. El populismo se comporta según él, como ‘’periferia interna” de la democracia  mostrando así la proximidad y al mismo tiempo la lejanía entre ambos.  Arditi llama la atención sobre la ausencia de la señal de peligro  para la democracia que está implícita  en la metáfora de la sombra de Canovan. La idea misma de sombra nos advierte sobre las posibilidades más oscuras que puede traer consigo el camino populista. En otras palabras, la brecha entre la cara pragmática  de la democracia y su cara redentora puede constituirse en  acechanza para la democracia.  El culto a la personalidad, sostiene Arditi, puede convertir a los líderes en figuras cuasi mesiánicas.  Por esta razón, la rendición de cuentas no es asunto que les incumba. Completa el perfil de este tipo de liderazgo, su desprecio por  el equilibrio de poderes. El ejercicio de gobierno se lleva a cabo en consecuencia, de manera  autoritaria aunque preservando la apariencia democrática. Arditi nos ofrece el símil del populismo como huésped incómodo y perturbador, pero del cual es difícil deshacerse porque la casa le ha invitado.

En la perspectiva de atender al populismo como un fenómeno inherente a la democracia, Pierre Rosanvallon  ha indicado en varias de sus obras que este fenómeno debe comprenderse como parte de la larga historia de la experiencia democrática; como expresión de las indeterminaciones o ambigüedades  que acompañan  las nociones de poder y de pueblo en las cuales  aquella se fundamenta. El pueblo, que se presume como una sola entidad, en realidad se manifiesta siempre dividido, plural: solo existe en forma de grupos sociales diferenciados y de opiniones múltiples. El pueblo como totalidad singular, es “inhallable”, apunta nuestro autor.

 La idea de igualdad por consiguiente,  solo es posible como promesa en el plano político, mientras que el plano sociológico la desmiente al mostrarnos  al pueblo real.   Por otra parte, implementar la soberanía del pueblo genera equívocos en tanto que aquel no puede ejercer su poder de modo directo y solo puede hacerlo a través de instrumentos representativos.

 El populismo intenta superar estas indeterminaciones.  En primer lugar,  concibiendo al pueblo como Uno, sin fisuras, reduciendo la sociedad a una dicotomía nosotros/ellos: nosotros los virtuosos, ellos los corrompidos. En segundo lugar, resolviendo las dificultades inherentes a la representación, a partir de un tipo de democracia directa. Los referendos tienen aquí un espacio privilegiado. En concreto, sin embargo, la representación se concentra en la identificación de la sociedad con el líder, desdeñando todo tipo de mediaciones políticas. Este enfoque populista, radicalizado y simplificado a un mismo tiempo, conduce a una polarización de la actividad democrática, indica Rosanvallon.

Algunos autores son de la idea de que el populismo puede fortificar la democracia gracias a que  amplía e intercede por una mayor  participación de los ciudadanos. Ciertamente, este puede potenciar el ánimo participativo de la sociedad pero, al ser dirigido verticalmente,   se convierte  en un mecanismo que anula las iniciativas sociales autónomas y, en consecuencia, el poder de los ciudadanos.  

Para Daniel Innerarity la mejor defensa de la democracia compleja, como categoriza este autor a la de nuestro tiempo, es la apelación a la igualdad política, la que solo es posible a través de procesos de mediación política. No es suficiente, sostiene, la participación activa de los ciudadanos  para legitimar la democracia. La igualdad en la influencia de toda la ciudadanía en las decisiones políticas, no se alcanza sin participación pero también puede malograrse con demasiada participación. Esto, en razón de que la participación no es necesariamente una herramienta igualitaria pues a menudo confirma e incluso extiende las asimetrías presentes en la sociedad. En esta perspectiva, Innerarity sostiene que los populistas practican un “elitismo invertido” al presumir la infalibilidad del pueblo  concebido en su inmediatez.

Como puede desprenderse de los autores consultados, el populismo no es una estrategia política al margen y contraria a la democracia. Es más bien una agenda extremista de democracia destinada a rebasar las indeterminaciones consustanciales de la misma. Esa imposibilidad histórica puede explicar las causas por las cuales el populismo puede tornarse en el reverso de la democracia. Al  descartar las mediaciones y las instituciones del Estado de derecho en nombre del cumplimiento de  la voluntad popular, el populismo propicia el encumbramiento del líder quien actuará de acuerdo al interés de su proyecto personal.   La advertencia de Arditi es elocuente en este sentido cuando insiste en que la persistencia de variantes autoritarias del populismo nos recuerda que debemos mantener la “cabeza fría” al reflexionar sobre su relación con la democracia.


El populista


Referencias bibliográficas

Arditi Benjamín, (2009) “El populismo como periferia interna de la democracia” en Panizza, Francisco (comp.) El populismo como espejo de la democracia FCE, México.

Canovan, Margaret (1999)“Trust the people! Populism and the two faces of democracy” Political Studies, num. 42. 

Castaño Pablo (2018) “Populist and democracy” Revista Internacional de Sociología, Vol. 76, num. 4, oct-dic.  En https:dialnet.unirioja.es

Peruzzoti, Enrique (2017) “El populismo como ejercicio de poder gubernamental y la amenaza de hibridación de la democracia liberal” Revista SAAP, Vol. II, num. 2

Rosanvallon, Pierre (2020) El siglo del populismo Galaxia Gutenberg, Barcelona.

Innerarity, Daniel (2020) Una teoría de la democracia compleja Galaxia Gutenberg, Barcelona.

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